Orígen de la Literatura en España
La literatura española conoce su máximo desarrollo y esplendor en los siglos XVI y XVII, a la par que la monarquía hispánica alcanza la hegemonía mundial en el terreno político y militar. El detonante será la llegada definitiva de las corrientes renacentistas que recorren Europa y de todas aquellas novedades que dan lugar a la Edad Moderna y que pusieron fin a la medieval. De su interpretación y particular visión en España nace el periodo literario y cultural conocido como “Siglo de Oro” y que podría situarse entre 1492 (fecha determinante por muchas cuestiones y que podría resumirse como el momento de la unión definitiva española política y religiosamente hablando, junto al descubrimiento de América) o 1517 (subida al trono de Carlos I) y 1681 (muerte de la última gran figura literaria: Calderón de la Barca). El “Siglo de Oro” se extiende, por tanto, entre dos siglos, el XVI y el XVII. Podemos decir, grosso modo, que el XVI corresponde al Renacimiento y el XVII al Barroco.
Definir los rasgos esenciales del renacimiento español, tan particular, y más aún los del Siglo de Oro, es harto difícil. Se puede, empero, articular una serie de campos en los que recoger los ingredientes esenciales de la época aúrea. Poesía en la primera mitad del XVI
Se suele hablar de 1526 como la fecha de arranque de la poesía italianizante en España, del arranque de la lírica del Siglo de Oro. Es este año la fecha del encuentro entre el cortesano y poeta Juan Boscán, y el embajador de Venecia, Andrea Navagiero, en Granada, con motivo del enlace entre Carlos V e Isabel de Portugal. Como refiere Boscán en su carta a la Duquesa de Soma, el embajador italiano le propuso a Boscán escribir su poesía en castellano empleando las formas y metros que en Italia estaban consolidadas y habían triunfado, desde Petrarca a su contemporáneos. Boscán aceptó la propuesta y, junto a su amigo y genial poeta, Garcilaso de la Vega, compusieron sonetos, canciones, églogas... que se convertirían en el arranque de la poesía renacentista española. Ahora bien, el nuevo modo de hacer poesía se implantará progresivamente y en convivencia con las formas castellanas heredadas de la tradición medieval.
La poesía medievalizante y tradicional
Evidentemente, en el año 1500 la presencia de la poesía medieval en España, sus metros y temáticas, están en total vigencia. Los poetas cultos continúan cultivando bien la poesía cancioneril, bien otros poemas cultos de contenido alegórico, didáctico, moral... Entonces, e incluso en autores renacentistas y barrocos, poetas como Mena, Santillana, Garci-Sánchez de Badajoz, Ausías March o Jorge Manrique son considerados maestros y referentes. Fueron, al fin y al cabo, algunos de estos poetas, los primeros en introducir las primeras influencias clásicas e italianas. Práctica común en los poetas del XVI fue la de glosar, imitar y comentar a estos poetas del siglo anterior, como hicieron Gregorio Silvertre, Jorge de Montemayor, o Miguel de Cervantes. Los poetas del XVI cultos también emplearán para sus composiciones las formas y metros castellanos tradicionales, estrofas octosilábicas, coplas de pie quebrado, redondillas... No solo lo harán aquellos poetas decididos a continuar con la poesía castellana tradicional, sino también aquellos poetas que harán uso de las nuevas formas renacentistas, que alternarán ambas tradiciones.
Especial fuerza tuvo la poesía cancioneril, que impregnó el siglo XV con su concepción del amor cortés, sus imágenes llenas de alegorías y juegos de palabras. Perduran, por tanto, en el XVI, códigos establecidos en Provenza varios siglos atrás. Esta poesía de corte recogía, junto a los temas amorosos, temas graves, como los decires. Prueba de la plena vigencia entre lectores y poetas a comienzos del XVI de la poesía cancioneril es la publicación y posterior éxito del Cancionero general editado por Hernando del Castillo en 1511.
Junto a la presencia de poesía medievalizante o de tradición castellana entre las composiciones cultas, encontramos una rica y viva lírica tradicional popular. Estas composiciones, que habían vivido en su transmisión oral, continúan presentes e incluso llegan a imprimirse, como los famosos pliegos sueltos con romances. Predominan las composiciones de arte menor, sobre todo octosilábicas y hexasilábicas. Se tratan de cancioncillas, villancicos, seguidillas, letras, letrillas... de estilo sencillo y llenas de ingenio y agudeza, con frecuentes paralelismos, contrastes y juegos de palabras, interrogaciones, etc... Podían ser motivadas por fiestas populaces, fenómenos naturales como las estaciones; y los temas más frecuentes son la naturaleza, el amor (la mal casada, la caza de amor...), canciones de trabajo, de camino... El interés por estas composiciones no se limitó al pueblo y traspasó a autores cultos nuevamente. También se editaron compilaciones de estas composiciones anónimas. La más famosa es el Cancionero de Upsala de 1556.
Pero la composición tradicional que mayor presencia tuvo y que no disminuyó con el éxito de las formas italianas, fue el romance. En el XVI los poetas muestran un gran interés por el "romancero viejo" y comenzarán a aparecer los primeros romances de autor en poetas como Jerónimo de Urrea, Fernando de Herrera, o Miguel de Cervantes e incluso conocerán versiones "a lo divino". Poetas posteriores llegarán a formar el "romancero nuevo", enteramente de autor (Lope de Vega, Quevedo o Góngora son las credenciales de este romancero). Se aprecian en los romances del XVI nuevos temas, como el pastoril, el romance morisco o el de cautivo. Además, crece el intimismo y el lenguaje pasa a ser más culto, con rima asonatada y empleo de estribillo. Crecen las metáforas, las paradojas y antítesis y los monólogos retóricos. No hay que olvidar, por último, la fuerte vocación musical de estas composiciones.
*Éstos son los orígenes del género poético en la Literatura Española extraída de aquí y sería bueno completarla leyendo el artículo de orígen entero.
Orígen de la Literatura en Latinoamérica
Las primeras obras de la literatura latinoamericana pertenecen tanto a la tradición literaria española como a la de sus colonias de ultramar. Así, los primeros escritores americanos —como el soldado y poeta español Alonso de Ercilla y Zúñiga, creador de La Araucana (1569-1589), una epopeya acerca de la conquista del pueblo araucano de Chile por parte de los españoles— no habían nacido en el Nuevo Mundo.Las guerras y la cristianización del recién descubierto continente no crearon un clima propicio para el cultivo de la poesía lírica y la narrativa, por lo cual la literatura latinoamericana del siglo XVI sobresale principalmente por sus obras didácticas en prosa y por las crónicas. Especialmente destacadas en este terreno resultan la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1632), escrita por el conquistador e historiador español Bernal Díaz del Castillo, lugarteniente del explorador también español Hernán Cortés, y la historia en dos partes de los incas de Perú y de la conquista española de este país, Comentarios reales (1609 y 1617), del historiador peruano Garcilaso de la Vega, el Inca. Las primeras obras teatrales escritas en Latinoamérica, como Representación del fin del mundo (1533), sirvieron como vehículo literario para la conversión de los nativos.El espíritu del renacimiento español, así como un exacerbado fervor religioso, resulta evidente en los textos de comienzos del periodo colonial, en el que los más importantes difusores de la cultura eran los religiosos, entre los que se encuentran el misionero e historiador dominico Bartolomé de Las Casas, que vivió en Santo Domingo y en otras colonias del Caribe; el autor teatral Hernán González de Eslava, que trabajó en México, y el poeta épico peruano, aunque nacido en España, Diego de Hojeda.México (actualmente Ciudad de México) y Lima, las capitales de los virreinatos de Nueva España y Perú, respectivamente, se convirtieron en los centros de toda la actividad intelectual del siglo XVII, y la vida en ellas, una espléndida réplica de la de España, se impregnó de erudición, ceremonia y artificialidad. Los criollos superaron a menudo a los españoles en cuanto a la asimilación del estilo barroco predominante en Europa. Esta aceptación quedó de manifiesto, en el terreno de la literatura, por la popularidad de las obras del dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca y las del poeta, también español, Luis de Góngora, así como en la producción literaria local. El más destacado de los poetas del siglo XVII en Latinoamérica fue la monja mexicana Juana Inés de la Cruz, que escribió obras de teatro en verso, de carácter tanto religioso —por ejemplo, el auto sacramental El Divino Narciso (1688)— como profano. Escribió asimismo poemas en defensa de las mujeres y obras autobiográficas en prosa acerca de sus variados intereses. La mezcla de sátira y realidad que dominaba la literatura española llegó también al Nuevo Mundo, y allí aparecieron, entre otras obras, la colección satírica Diente del Parnaso, del poeta peruano Juan del Valle Caviedes, y la novela Infortunios de Alonso Ramírez (1690), del humanista y poeta mexicano Carlos Sigüenza y Góngora.En España, la casa Borbón sustituyó a la Habsburgo a comienzos del siglo XVIII. Este acontecimiento abrió las colonias, con o sin sanción oficial, a las influencias procedentes de Francia, influencias que quedaron de manifiesto en la amplia aceptación del neoclasicismo francés y, durante la última parte del siglo, en la extensión de las doctrinas de la ilustración. Así, el dramaturgo peruano Peralta Barnuevo adaptó obras teatrales francesas, mientras que otros escritores, como el ecuatoriano Francisco Eugenio de Santa Cruz y el colombiano Antonio Nariño, contribuyeron a la difusión de las ideas revolucionarias francesas hacia finales del siglo.Durante esta segunda época, surgieron nuevos centros literarios. Quito en Ecuador, Bogotá en Colombia y Caracas en Venezuela, en el norte del continente, y, más adelante, Buenos Aires, en el sur, comenzaron a superar a las antiguas capitales de los virreinatos como centros de cultura y creación y edición literarias. Los contactos con el mundo de habla no hispana se hicieron cada vez más frecuentes y el monopolio intelectual de España comenzó a decaer.
Éstos son los orígenes de Nuestra Litertura extraídos de aquí